Llega con el aviso de un pitido que se clava en mi cerebro, es como un dedo acusador que se dirige directamente a nuestra cara, como un pequeño martillo que en vez de acariciar para despertar lo hace con un cincel sobre la piel.
Y de entre las prisas, el sueño, las alfileres del frio aguijoneandome la cara al salir a la calle, entre los hábitos y rutinas cada mañana trae una estampa nueva, un aspecto diferente sobre la tierra, peligrosa niebla, resvaladiza lluvia, pero cada mañana una cara que recien lavada de rocio va despertando sobre los campos dormidos.
2 comentarios:
Yo cambiaría ese molesto pitido por la caricia de unos dedos llenos de cariño que buscan dar los buenos días...
y pasan los años y surgen dos preguntas tatuadas en mi interior, cómo estás? a ratos te extraño ... tú me olvidaste?
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